Esta navidad, leyendo el magnífico pero desolador "The state of Africa", de Martin Meredith,
me he dado cuenta de hasta qué punto las divisiones raciales (o tribales o...) son a menudo espoleadas (e incluso inventadas) por una pequeña élite para obtener o conservar privilegios político-económicos. Cierto que la situación de Trinidad y Tobago no es ni remotamente asimilable a la de cualquier Estado africano, como no lo es su historia y realidades, pero también es cierto que algunas actitudes recuerdan peligrosamente a las que han contribuido al desastre africano.
Entre ellas está el racismo. Nadie tiene dudas de que la élite blanca oprimió abyectamente a una mayoría indígena o "importada" (principalmente negros esclavizados de África y, después, trabajadores "voluntarios" de la India) pero, aunque este tipo de racismo es abiertamente reconocido y rechazado (excepto por algunos nostálgicos del Imperio, que los hay), se tienden a pasar por alto las muestras de racismo actual (que ya no es principalmente de los blancos hacia los negros, puesto que ya casi no hay blancos, sino de los dos grupos mayoritarios, negros e indios, entre sí).
Es cierto que en las últimas décadas la convivencia entre ambos grupos ha aumentado y mejorado notablemente, pero hay cosas que llaman mucho la atención. Por ejemplo: varios africanos me han dicho que el problema es que los indios son racistas, mientras que varios indios que me han asegurado justamente lo contrario. Aunque el clima general es de respeto a la diversidad, y en general no he visto grandes problemas para relacionarse, se evidencia que falta un paso decisivo hacia la integración (por ejemplo, la gran mayoría de mis estudiantes tienen pareja de su misma "raza"). El número de "douglas" (personas de ascendencia mixta india y africana) es creciente, y algunas estadísticas muestran que puede ser incluso del 20% de la población, pero eso todavía indica que el 80% tienen ascendencia monocromática.
Desde luego que este tema da pie a muchas matizaciones, y en general el balance es bastante positivo (por ejemplo: el "roti", comida de origen indio, y la "soca", música de origen africano, son en general percibidos como igualmente representativos de la cultura "trini", y personas de ambas "razas" los disfrutan casi por igual). Por eso mismo, sorprende comprobar la polarización en la vida política, donde los dos grandes partidos no se basan en diferencias ideológicas (uno de derecha y otro de izquierda, por ejemplo) sino raciales (o, como aquí dicen, de "base étnica"): el PNM (anterior gobernante) es el partido mayoritario de los africanos, mientras que el UNC (actual gobierno) es mayoritariamente indio. Lo vemos claramente al analizar los resultados electorales del 2010 por zonas:
http://www.ctntworld.com/imap/
Mientras que el UNC conseguía un increíble porcentaje del 93% en "Chaguanas West" (de población mayoritariamente india), sólo conseguía un 20% en "Laventille West" (mayoritariamente poblado por afro-descendientes). Lo contrario para el PNM: un 80% de votos en Laventille West y un 7% en Chaguanas West.
Lejos de querer superar esta peligrosa polarización racial, muchos políticos se dedican a agitarla, por ejemplo insinuando que el "Estado de Emergencia" que impuso el UNC tenía como objetivo atacar a las personas de raza negra (que, efectivamente, eran mayoría entre los arrestados, pero hay otras razones mucho más lógicas para explicarlo). A lo que se suman los periódicos (los tres igualmente sensacionalistas) con titulares como "Blacks killing blacks":
Es decir, los políticos intentan azuzar un antagonismo racial que en la vida cotidiana se empieza a ir superando. Y todo para asegurarse los votos de los de su misma "raza", en lugar de proponer ideas que ganen el apoyo de todos los trinis, cualquiera que sea su origen. Es por cuestiones así que el Premio Nobel V.S. Naipaul, al volver por unos días a Trinidad, propuso que la gente dejara de identificarse con el hecho de ser "indios" o "africanos" o "musulmanes", para identificarse simplemente con la idea de ser "trinis" (a veces el nacionalismo tiene su punto de utilidad para unir a las personas, aunque sus excesos pueden ser igual o más perniciosos). Sin embargo, esto no debe significar olvidarse de su origen cultural, aunque el mantenimiento de las diferencias plantea retos difíciles.
Uno de ellos, que recientemente salió a la prensa, es la ley de matrimonios de Trinidad, que hace depender de la adscripción religiosa la edad mínima para casarse. El resultado es que se "respeta" que las personas de algunas religiones (ahora no recuerdo si los musulmanes o los indios) puedan casar a las niñas de 14 años (y no sé si incluso de edad inferior), mientras que para otras religiones la edad mínima era de 16 y 18 años, respectivamente. Aquí se plantea una duda realmente difícil de resolver: ¿a partir de qué límite deben dejar de respetarse las costumbres culturales para imponer unos criterios mínimos universales? Es muy complicado, y debatible, hallar un lugar adecuado donde trazar ese límite. Pero la frontera, en negociación continua, sin duda debe existir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario