“Hacíamos fiestas desenfrenadas y llevábamos ron y mujeres a Maracas Bay, donde pasábamos la noche entera.
- Te estás poniendo imposible –decía mi madre.
Yo no le hice caso hasta que una noche bebí tanto que estuve borracho durante dos días enteros. Cuando se me pasó la borrachera, juré no volver a fumar ni a beber. Le dije a mi madre:
- La verdad, no es culpa mía. Es Trinidad. ¿Qué se puede hacer aquí sino beber?”
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